lunes, 17 de diciembre de 2012

Decimoctavo vuelo: Amor de papel, parte 4

Ese día ella se levantó y fue a su trabajo. A todas les asignaron  el doble para tejer que el día anterior, pero nadie se quejaba pues ya las habían avisado del camio ayer ¿Y qué podía hacer ella? Tejer para comer, para algún día poder diseñar. No es que tuviesen tanta demanda, todo lo contrario. La jefa había despedido a la mitad de las chicas porque no podía pagarles y ahora ellas tenían que trabajar el doble. La radio continuaba sonando sin sentido. Salió del trabajo a las ocho de la tarde, durmió y volvió a empezar. Su vida no estaba en lo peor, pero parecía resbalar por ese camino. Él de vez en cuando aparecía como una luz en la oscuridad, pero ella ya no tenía tiempo para doblar papeles y él no encontraba más flores. Así pasaron los días entre trabajar y dormir. Ya las flores se habían enfriado y...marchitado.

No sólo se habían marchitado las flores. La gente caminaba al trabajo con cara ausente, los que tenían, claro. Tal y como ella predecía, el mundo a su alrededor se estaba convirtiendo en una masa de monotonía de personas del mismo color que los elefantes del circo. Materia muerta, arrugas tempranas, desperdicio, ojeras, vicio, egoísmo, desprecio, odio. Más tarde vinieron los desastres, luego las revelaciones. En resumen, una decadencia de las personas acabada en odio y condicionada por desastres tales como el hambre (y la oposición de la naturaleza, su furia, que lleva a más hambre). Por último, la revelación de unos contra otros ¡Y ella que creía que su vida estaba en lo peor!

El primer disparo, la guerra había comenzado.

 Corría, ella corría a su casa. Los rebeldes yacían sin vida por las calles. Corría. Más de ellos caían como en efecto dominó. El principio de la guerra fue muy sangriento. Corría, pero nunca llegaba.

Otra pajarita había desaparecido. La niña lloraba, pero ella no podía hacer más que dormir y trabajar ¿Seguro que lloraba por la pajarita?

Dispararon en las calles, mataron incluso al vecino. Algo que no cuadraba ¿Qué culpa tenía el sumiso vecino? ¿Por qué lo habían matado?

Corría de nuevo. Tenía que hacer algo, pero ¿Qué?

-¡Tú, tú! ¡¿Cómo eres capaz de seducir a mi hijo?! ¡Estás despedida!- La jefa la había descubierto, ahora era una persona inútil, no podía alimentar a su familia.

Otra pajarita voló. La niña lloraba.

-¡¿Qué quieres que haga?! ¡Tengo que buscar trabajo!

Corría, corría, tenía hambre. Pasteles en los escaparates. No había nadie en las tiendas, no había trabajo. Todo era muerte y odio. El olor de los pasteles era demasiado tentador, tenía que irse. Corría.

En su casa todos estaban sin energía, sentados, con una delgadez extrema. La hermanita lloraba. Su llanto hacía eco en la cabeza de ella.

Todo se deformaba en un remolino marrón lleno de objetos y ninguna persona. Ella se caía, corría, la niña lloraba, hambre, mendigos, corría, disparos, muerte en la calle de su casa, otra pajarita caída (la última de papel), la niña lloraba, gritos, corría, disparos, la niña seguía llorando, otro disparo más, cayó otra pajarita, la más grande y hermosa de todas. La niña ya no lloraba. Corrió, llegó.

Entró en su casa. La niña ya no lloraba, ahora lloraban los demás. La niña yacía en el suelo fría. No tenía expresión, sólo estaba allí (o no estaba) fría, con los ojos cerrados. El vestido rosa claro se teñía del oscuro de su sangre. Había sido un accidente, un disparo con mala puntería.

Fue una tortura para ella. Ninguna de las dos respiraba: Una de ellas por su estado y la otra porque su desesperación se lo impedía. Sus lágrimas etéreas, sus gritos desgarradores, sus mejillas pesadas y latidos, latidos que su hermana no tenía. Ahora sólo quedaba sufrir.

Al principio, su tumba la poblaron los lirios rojos y blancos, más tarde de otros colores.Llovía, tronaba. Luego, se posaron allí las pajaritas. La niebla acariciaba el papel de las figuras. Después llegaron los loros, las flores de cerezo, los barcos, aviones, grullas, mariposas, conejos, ranas, rosas, estrellas, cubos, nenúfares, gatos, corazones, carambolas, perros, peces, flores de loto... Era una obsesión, no servía para nada. Su hermana seguía junto a las raíces de las plantas. No iba a resucitar por muchos folios que doblase.

Su madre y su padre habían enloquecido. Se limitaban a permanecer juntos y ausentes en casa, una casa que duraría poco tiempo en sus manos. A ella nadie la miraba, no había nadie que la quisiese, no la curaban, nadie se molestaba por llevarla de vuelta a la vida. No tenía trabajo, ni familia, ni amigos, ni sueños, ni pasiones. Tampoco tenía esperanza, lo último que guardaba la caja de Pandora. Morir de hambre era lo único que quedaba.

Buscó un cuchillo en la cocina. Miró su rostro en el metal. No, eso dejaría todo sucio y dolería ¿Que tal tirarse del último piso? Subió hasta allí y miró hacia abajo. Ni hablar, el cuchillo era mejor que tirarse al vacío. Al final, acabó decidiéndose por las pastillas. Al fin y al cabo, es el método más usual de suicidio.Cogió una. Estaba a punto de hacerlo cuando escuchó de nuevo los gritos de la gente. Más disparos. Gente que tenía una familia y una posible vida por delante moría. Inocentes que no tenían la culpa de nada ¿De verdad estaba bien suicidarse, malgastar una vida, cuando otros harían cualquier cosa por no morir? Era como tirar a la basura comida delante de un pobre hambriento como ella.

Tras pensarlo un poco llegó a una decisión. Salió de casa y buscó a alguien a quien regalarle su vida. Cualquiera que la mereciese, aunque fuese un completo desconocido. Al menos así, morir serviría para algo.

Los contrarios al sistema eran buscados, perseguidos y una vez encontrados, ejecutados. Si por casualidad se enteraban de alguien y lo encontraban en su casa, lo sacaban a patadas y sin juicio ni palabra le daban un tiro. Por ello había matanzas en las calles todos los días.

Quizá por puro azar o a causa del destino, en el mismo momento en el que ella pasó por el taller los guardias se disponían a acabar con él en la puerta, bajo el mismo balcón sobre el que había arrojado la grulla.

-¡Mi hijo! ¡Dile, dile que es mentira! ¡Por favor, no lo maten!- Él era contrario al sistema. Sin duda lo iban a matar. Su madre lloraba.

-Mamá, vive tú por mi- Fue entonces cuando se prepararon para dispararle. Uno agarraba la pistola y el otro lo sujetaba fuertemente. Ella lo salvó.

-¡No!- corrió hacia ellos. Blandiendo un palo atacó a quien le agarraba y luego empujó a él para que huyera.

-¡Corre! ¡Corre!- Le hizo caso y corrió. Miró atrás de forma que ella lo último que vio fue su mágico rostro. Sus ojos, dos destellos bajo su cabello al viento. Su piel lisa, su expresión sorprendida. Luego, el guardia de la pistola la mató sin pensárselo.

Había muerto por él y sin duda él lo merecía. Él, que podía aprovechar una vida junto a una familia y unos amigos. La persona a la que ella amaba. Ya lo había dado todo... por él. Murió, despertó.


domingo, 2 de diciembre de 2012

Decimoséptimo vuelo: lo que ocurrirá con la batalla (hoy por fín lo encontré entre mis papeles)

Abrí la puerta y allí no había luz blanca y la luz verde se escondía de la luz marrón. La gota líquida estaba muy turbulenta, estaba a riesgo de estallar y permanecía lejos de la gota sólida, que veía la turbulencia de la otra sin hacer nada y parecía extrañar sus juegos, sólo lo parecía. A falta de música la débil gota tintineaba, cantaba. Pero no has ganado, gota sólida, aún no. La líquida tiene una táctica, es débil pero luchará aunque tenga una mínima posibilidad.

Se arrojará hacia ti, se convertirá en una gota de luz. Antes de llegar te derretirás y luego te atravesará. Después la absorberás o la expulsarás, pero es seguro que te atravesará.

domingo, 25 de noviembre de 2012

decimosexto vuelo: Amor de papel, parte 3

Más tarde, hubo otro motivo para que su amor fuese de papel. Fue una nueva forma de comunicación entre ambos, que se generó gracias a un lirio:

-Hermanita, no te preocupes, reemplazaremos a esa pajarita. ¿Quieres otra pajarita? ¿O prefieres un gato? ¿Qué te parece... un lorito? 
-No
-Puedes mirar mi libro, a lo mejor encuentras algo que te guste- Ella estaba intentando animar a su hermana, cosa que no parecía funcionar. La niña miró el libro sin ganas, pero de repente se le iluminaron los ojos.
-¡Ésto, un lirio!
-¿Un lirio?
-No quiero sustituir a la pajarita, quiero ponerle un lirio donde estaba antes, como hacemos con todos los que se van.

Dicho y hecho, un lirio rojo ocupó el lugar de la pajarita rindiéndole homenaje. Antes de eso, cuando ella tenía el lirio en sus manos, se acordó de él y su afición por las plantas. El segundo lirio fue de color blanco, pues el blanco simboliza pureza. Al día siguiente, tras varios intentos con saltos incluidos, ella consiguió colar el lirio en el balcón de la habitación de él. Una habitación, que por cierto, se encontraba justo arriba del taller de costura, pues el taller y la casa estaban en el mismo edificio.

Ella no pretendía ser descubierta como creadora del lirio. Pero él era muy listo y cuando ella salió del trabajo se encontró con un lirio de verdad, del cual colgaba un papel que decía: "Bonito lirio de papel". Ella no daba crédito, el secreto no había durado ni un mísero día.

Lo que floreció después en el campo de las flores de papel fue una flor de cerezo azul. Apareció misteriosamente en un bolsillo de la camisa nueva del chico, una que había sido confeccionada por las costureras del taller. Ella expresaba lo que sentía en la figura. Era una pena que él entendiese de biología vegetal, pero no tuviese ni idea del significado de las flores. Una vez había tenido la poca vergüenza de regalarle un clavel blanco y otro rojo a una chica. Ésta chica tiró los claveles por la ventana y al pobre lo echó a patadas de su casa. Aclararé éste hecho diciendo que el rojo y el blanco son una combinación perfecta para las flores del cementerio. Tampoco es que el muchacho tuviese la culpa de no saberlo.

En éste caso, la flor de cerezo significaba el florecer de la vida y el amor. Hay que añadir que las flores de cerezo azules no existen, solo hay blancas y rosas.

La respuesta fue una rosa amarilla (que significa celos y rechazo pero él no tenía ni idea) junto a un mensaje: "Ésa flor tiene la fuerza que no poseen las de verdad, pues con sólo tocarlas sus pétalos se desvanecen".

El frío llegó antes de lo pensado. Con él una ola de fiebres, virus, gripes y malestares que debido a la debilidad del chico le afectó terriblemente. Al enterarse ella mientras tejía se quedó muy preocupada. Tenía que hacer algo al respecto.

Él llevaba días en cama. Miraba el balcón con una expresión desolada. Esperaba una flor y no llegaba. Lo único que llegaban era el aburrimiento, la fiebre y las pesadillas. Por fin, algo aterrizó en su balcón, pero no se trataba de una flor, sino de una grulla que al parecer quería refugiarse del frío "¿Por qué una grulla?", se preguntó mientras contemplaba la grulla de papel. La respuesta era simple: Resulta que las grullas simbolizan la paz y la salud. En japón es el equivalente a nuestra paloma con el ramito, pero añadiendo la salud, como ya he dicho. No sólo eso, sino que además hay una leyenda. Esa leyenda dice que quien consiga elaborar mil grullas de papel obtendrá el mayor de sus deseos. Hay más sobre las grullas, por ejemplo cuando una niña se dedicó a construir las mil grullas y no lo consiguió, pero esa es otra historia.

Al día siguiente fueron dos las grullas de papel que poblaban su cuarto, y al tercer día fueron tres. Él se seguía preguntando por qué grullas, o mejor dicho, ¿Por qué más y más grullas, en concreto una por día?

Afortunadamente, no llegaron a las mil grullas. Con tan sólo diez el muchacho quedó curado. Cuando se curó le preguntó aquello que tanto le intrigaba en un papel. Ella encontró el papel en su silla del trabajo y le contó en persona todo lo que sabía de las grullas al terminar la jornada.

Así siguieron con las flores y los animalitos de papel. Algunas charlas en persona, sonrisas, buenos días... Nada fuera de lo normal. Y ella seguía ocultando la verdad. No le contaba que había tras las flores, tras las rosas (de color rojo significan pasión, de color rosa el afecto y de color blanco la durabilidad), nomeolvides (creo que todos saben lo que significan excepto este chico, al parecer), tulipanes (los rojos significan una declaración de amor y los amarillos un amor desesperado), alelíes (que significan belleza), los nenúfares (que significan "tu corazón es puro")... Todo esto le regaló, que en resumen son una ristra de declaraciones y piropos, o al menos lo serían si él lo supiese. Pero si él lo supiese todo se estropearía, pensaba ella. No había que luchar por nada, pues todo estaba perdido y si luchaba, sólo conseguiría que su vida empeorase con el rechazo de todos los demás incluido él, su jefa y su familia. Pero ¿Realmente su vida estaba en lo peor? ¿Realmente lo mejor era que se quedase quieta y no luchar por la vida que quería? Esto no se lo preguntaba ella ni tampoco están dirigidas a ella. Son para vosotros, queridos lectores, para que reflexionéis ¿Qué debería hacer ella? ¿Y qué deberíais hacer vosotros entonces?

viernes, 16 de noviembre de 2012

Decimoquinto vuelo: Amor de papel, parte 2

Pero ¿Por qué se había enamorado de él ahora si lo conocía desde hace dos años? Su teoría era que antes sólo había visto su parte exterior, ni siquiera se había fijado en él. Pero al verlo sin adornos y al ver tan sólo un poco de su alma se había dado cuenta de que ahí estaba la persona que encajaba perfectamente con ella, él era una parte de sí misma que ni tenía ni conocía.. Simplemente había encontrado la pieza que faltaba. No sabía de que color era, sólo había distinguido su forma. Ahora quería saber su color.

El problema es que las piezas pueden encajar en varios huecos y además, ella acababa de encontrar su pieza y ya se le había roto el rompecabezas. Por esa razón iba todos los días al trabajo expectante para que cuando él llegara volviese a no sentir nada y se alegrara de que todo fue una tremenda pesadilla. Pero la pesadilla continuaba, así que decidió esperar y no hacer nada al respecto. Entonces los días pasaron y pasaron hasta que un día, al salir del trabajo (las costureras terminaban de trabajar cada una a una hora, cuando acababan los tejidos que les asignaban al día), él la estaba esperando. La esperaba para entregarle una rosa negra.
-Gracias- dijo ella. Dos amplias sonrisas y se fue.

Como su vida estaba acabada lo único que la hacía sentirse viva era proteger las vidas de los demás, en la medida de sus posibilidades, para que no quedasen machacadas como la suya. A veces por ello era recompensada, recibía el aprecio que ella misma no se tenía y los ánimos que ella no se daba. Eso fue lo que permitió el desarrollo de ésta historia.

Entre esas personas estaban las de su familia, y entre las personas de su familia estaba su abuela. Una vez, su abuela, agradecida a su nieta (pues ella le dedicaba sus escasas sonrisas, hablaba con ella y la quería) le regaló un gran libro. Era un libro de papiroflexia oriental (en japonés, origami). Supongo que casi todo el mundo lo sabe, la papiroflexia consiste en doblar una y otra vez el papel hasta conseguir una figura.

Cuando su abuela le regaló el libro se alegró muchísimo de su hermoso regalo puesto que le encantaban los libros y las manualidades. De ahí su afán por dedicarse a diseñar y al final había acabado como una humilde costurera. Todos sus diseños quedaban denegados por su jefa, quizá al fin y al cabo el diseño no fuese lo suyo.

Volviendo a la papiroflexia, a partir de ese día aprendió algo nuevo. Puede que doblar un papel parezca ser fácil e insignificante, pero realmente no lo es, aparte de que no sólo se trata de eso.

Empezó por la primera página, una pajarita, la clásica figura básica. Cuando logró hacer una, se dedicó a repetirla de varios tamaños y colores. Acto seguido las colgó de un hilo a cada pajarita en las habitaciones de sus hermanas. La pequeña se mostró encantada con el detalle, la grande creyó que se había vuelto loca y la mediana pensó que una pajarita era demasiado infantil para su cuarto. Al final, todas las pajaritas acabaron en el cuarto de la pequeña.

La siguiente figura que voló en la habitación de la niña fue un avión con estrellas dibujadas. Para ser el primer avión había quedado muy bonito, pero eso no pareció bastarle a la pequeña porque al avión le faltaba algo imprescindible. No eran las alas, sino un mensaje.
-¿Para que va a viajar tanto si no lleva nada?- decía su decepcionada hermanita. Para satisfacer a su hermana escribió una frase en el avión: "Hoy es el primer día del resto de tu vida"
-¿Y qué significa eso?- preguntó la niña.
-Que hoy ha cambiado algo en nuestras vidas.
-¿Qué ha cambiado?
-Se hacer aviones de papel y... y... has crecido un poquito.
-¡¿En serio?!- y corrió a mirarse el espejo. Al llegar puso una cara extrañada porque ella no se veía más grande.
-No te mires más al espejo, los espejos no son sinceros. Las personas no crecen realmente porque sean más altas, hermanita, crecen si han aprendido algo más en el día. Hasta la abuela crece.

Al día siguiente una pajarita se escapó por la ventana y acabó en un charco. La hermanita lamentó su pérdida y mostró a su hermana mayor, a ella, la pobre pajarita destrozada. Ella pensó que todo acababa así. Todo lo bello acababa destrozado: las cosas inocentes, alegres, bondadosas. Con su vida había pasado igual, pensaba, por culpa del amor. Su amor, que era tan frágil como una linda figura de papel. Hoy que estaba rebosante de hermosura y fuerza, mañana estaría destrozado por los elementos del mundo. Su amor era un amor de papel.





domingo, 4 de noviembre de 2012

decimocuarto vuelo: Amor de papel, parte 1

Había poca gente que realmente la conociera. Quizá se había equivocado de siglo, o de década. Quizá tuviese algún motivo para no desvelar sus secretos. Quizá fuese una desgraciada. REPRESIÓN, SOCIEDAD, COBARDÍA, BAJA AUTOESTIMA, esa era la respuesta. Él era una persona complicada, quizá tenía una doble personalidad, era una persona agradable, quizá pensativa. No aprobaba la mala sociedad, la obsesión materialista, era libre. Quizá se había pasado de siglo, quizá había acertado de lleno.Pero... ¿quien era ella? Y lo más importante, ¿Quién era él?

Ella, para qué mencionar su nombre, nadie la llamaba así, sólo una minoría aplastada por la mayoría. Él, en cambio tenía un nombre al que nombraban, es una pena que no consiga recordarlo, tan sólo su bonito significado.

Ella era una simple chica con dos vidas: la vida del deber y la vida de la felicidad. Por supuesto, la vida del deber devoraba a la vida de la felicidad, se imponía junto con la sociedad. Iba todos los días a tejer y tejer y tejer y tejer mientras soportaba las retahílas monótonas que le dictaba la radio a la cual escuchaban todas en su rutina matutina. Permanecía callada intentando ignorar las charlas inservibles de sus compañeras. Otras víctimas de la sociedad, pero de otro modo muy distinto al de ella. Podréis ascender si trabajáis, pero era mentira, eso era lo que ella y las demás tenían en común, una triste esperanza. Se asomaba la tormenta de la vida, una mejoría que sólo se espera, sueños rotos desde un principio. La diferencia era que ella lo sabía y no intentaba ocultarlo o ser optimista, las demás no. Cada vez era más duro soportarlo, saber que el trabajo sólo servía para no morir de hambre, al menos de momento. Luego el descanso, sonrisas y risas para alguien a quien quería, pues sus sonrisas sólo era para quien apreciaba y sus grandes sonrisas para quien quería de verdad. Luego otra vez lo más duro: un camino mudo y sordo a casa hasta que por fin llegaba a su pobre pero alegre morada.

Hasta aquí he descrito su trabajo, ahora llegó el momento de describir su fuente permanente de felicidad. Porque ella en realidad tenía una parte feliz, solo que era tan lejana y tan privada que nadie lo sabía o simplemente nadie se había percatado de ello. El ánimo de la más pequeña, la calidez de su madre, las muy ocasionales bromas de su padre, la diversión de la mediana y la bondad de la mayor. Claro que algún día todas tendrían un camino, otra casa y otras personas, todas excepto ella, que se marcharía por marcharse a cualquier casa fría, sin la compañía de nadie y por si fuera poco el trabajo cada vez exigía más horas, por lo que no podía aprovechar el tiempo que le quedaba de felicidad junto a su familia. En otro de los bloques de su vida también influía ésto, porque no podía dedicar apenas unas horas a sus sueños, a sus aficiones, a lo que amaba hacer.

En cambio el tiempo no influía en sus amistades, pues las que tenía o estaban muy lejos o se veían en pocas ocasiones. ¿Para qué verse? No había nada que mereciera la pena contar, ninguna novedad que no fuese una desgracia más del mundo.

Trabajo, familia, amigos, sueños y pasiones son los principales pilares de la vida de una persona. Ya os he mencionado todos excepto sus pasiones. Así que ¿Qué hay de ellas?

A ella le gustaba dedicarse a todo, no había ninguna materia ni ningún arte que adorara en particular. La única pasión que ella tenía era él.

Todo comenzó a la salida de un duro día de trabajo, hace dos años. Ella ya le conocía, pero ese día fue cuando sus vidas se conectaron. Todo comenzó cuando unas pisadas llamaron su curiosidad. Unas pisadas recientes la llevaron hacia él, el hijo de su jefa, un chico mimado, educado, superior a ella en fortuna y clase, inteligente y seductor como nadie. Se extrañó al verlo agachado con ropa de campo en... el campo, claro.

Sus manos que antes eran relucientes se mostraban llenas de barro, sus delicados brazos tan blancos hace un momento estaban destrozados con rasguños y sangre, su perfecto rostro tenía tierra porque se había restregado al lado de un ojo, su espléndido cabello tan repeinado usualmente,ahora estaban enmarañados. Y ahí estaba, agachado y tan tranquilo como si nada.

-¡Dios mío! ¡¿Qué has hecho?!- dio un respingo.

-¡Tú! Sssh, no armemos escándalo.
-Tu madre te va a matar.
-No,no se va a enterar a no ser que se lo cuente un pajarito.
-De acuerdo, pero ¿Se puede saber qué haces?
-Mira ¿No es increíble? Es la rosa más oscura que he visto en mi vida- Tenía un color casi negro.
-¡Vaya, una rosa negra! Y te has subido al limonero para cogerla y entonces te has arañado el brazo.
-No ha sido exactamente así, me he caído del árbol- Rieron juntos. Entonces le miró y se dio cuenta de que estaba temblando, pero no de frío. Sus fuertes latidos salieron a la luz después de mucho tiempo. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo terrible: Sentía algo muy profundo por él y era el hijo de su jefa. Si todo seguía así su historia se iba a convertir en una historia de amor imposible.

Esa tarde charlaron durante un rato sobre la afición de él a las plantas y su colección de flores secas.
-Si encuentro otra rosa negra te la regalaré- Ella no le respondió ni sí ni no. Luego ella se despidió.

Cuando llegó a casa se encerró en su cuarto y lloró hasta que decidió que no había más remedio que afrontar el nuevo suceso. Su vida que ayer era tan fácil, hoy se había convertido en un torbellino cambiante.

La próxima vez que lo vio él iba al taller de costura para darle alguna noticia a su madre como de costumbre. No pudo ocultar una mirada de miel, una mirada dulce. Todo seguía igual, sus manos difícilmente podían coser de lo nerviosa que se había puesto debido a su presencia. Miles de aguijones surcaban su piel porque nunca podría salir a la luz lo que ella sentía y mucho menos funcionar ¿Qué diría la gente? ¿Qué diría su propia madre? Su jefa la pondría de patitas en la calle, su padre le prohibiría verle. Ni aunque se diera la remota posibilidad de que él la quisiera. Bueno ¿Y en secreto? No, seguramente tenía novia, ella sería una más a la que había conquistado sin quererlo. Además ¿Qué tenía ella para que alguien pudiese amarla? Estaba más que claro, más que el agua y el cristal, que estaba condenada a sufrir por ese maldito amor ¿Por qué tuvo que seguir las pisadas?



domingo, 30 de septiembre de 2012

decimotercero vuelo: La nana del ángel

Cuando acaban su camino
pliegan sus alas sin hacer ruido,
buscan su nido,
dejan el cielo,
crean un sueño.
Tú, mi ángel de algodón
pliega tus alas en éste rincón.

Duerme, duerme,
estaré aquí
mirando tu rostro de seda y marfil.
Duerme, duerme,
esperaré así
que llegues a tu jardín.

A la luz de la luna
tu sonrisa pura
como un jazmín
sonríe para mi
cuán melodía clara
y te canto esta nana para dormir.

Duerme, duerme,
estaré aquí
mirando tu rostro de seda y marfil.
Duerme, duerme,
esperaré así
que llegues a tu jardín.

Te acariciaré,
buscaré tus alas
caerás en tu sueño con ésta nana.
Rozarán tus mejillas
muchas negras damas
que verán un beso de miel y manzanas.

Duerme, duerme,

estaré aquí
mirando tu rostro de seda y marfil.
Duerme, duerme,
esperaré así
que llegues a tu jardín.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Duodécimo vuelo: Rapsodia de una noche

Ella había crecido. Bajo las mismas estrellas del mismo cielo estaba pasando entre los matorrales sujetos por la arena más suave y marfil, donde los simpáticos escarabajos escondidos se fundían con la ausencia de luz de la noche. La arena escondía el mar. Los niños una vez más le hacían olvidar todo volviendo a la niñez, sobretodo su Peter personal que no crecía en alma, que seguía haciendo a todos reir y dejaba que la tierra acariciara su pelo o colisionara contra su cuerpo mojada a la vez que tomaba de ella 
para lanzarla y devolver el barro a quien con él jugaba.

Segunda estrella a la derecha, el susurro del eucaliptal, subida, bajada y el agua se volvía verde azulada con el estrépito de las olas. De ese color brillaban en la noche haciéndose ver desde la colina donde se encontraba ella. Su mirada se iluminó en la presencia de las mágicas luces del mar y corrieron veloces para alcanzar el misterio desconocido.

Se hayan en tan recóndito lugar aventuras a diestro y siniestro, belleza natural que se alza a todos los sentidos. Pero dicho espectáculo desbordaba el esplendor común del aire fresco, la humedad marina y el olor a azul de la playa.

Los niños llegaron y al pisar la arene quedaba una huella verde que se desvanecía tras sus pasos. Ella al verlo rió emocionada y trazó una linea (como si sus piernas fuesen un compás) que se volvió verde y más tarde desapareció. Tambien dibujó con las manos. Los niños escribían palabras fluorescentes instantáneas y si corrían dejaban tras de si una mágica estela como un hada o una estrella fugaz en forma humana. Se volvieron locos. Ella bailaba, corría, saltaba... Hasta que llegaron a lo que originaba tal revuelo de brillos verdes: el mar. Un niño metió una mano y la extremidad brillaba con diminutas estrellas, así como su brazo al mojarlo con ese agua. Parecía polvo libre y se transmitía de un niño a otro como tal. Ella chocó su mano contra la mano estrellada de un amigo para contagiarsse de magia e introdujo la mano en el mar haciendo que aparecieran miles de destellos más. Los niños brillaban por si mismos durante cinco segundos.

Él cogió agua e hizo que cayese sobre su radiante rostro y siendo antes radiante relució todavía más con el poder de las estrellas como si fuese un cachito de cielo en tierra con ojos, boca y rasgos humanos.

Como en un sueño seguía la euforia, no terminaba. Un canto de risas acompañaba el eco de la marea. Cantaban corriendo, bailaban, salpicaban agua, tiraban tierra y todo dejaba su rastro. Con música pura, con el océano mutado, con la oscuridad que creaba luces; compartiendo la dicha de aquella noche inocente decidieron perseguirse tras pisadas encantadas que les delataban. El ritmo de ellas iluminado hacía más facil el juego, por eso ella jugaba persiguiendo el encantamiento para que se quedara en ella. No pilló los destellos, ni la magia, ni los reflejos; lo que atrapó fue a él por un momento entre la nueva palidez de las orillas al fundirse el color de los pasos de ambos.

Un instante en el pasado, una posible última mano aferrada a la camiseta de él como recuerdo de las aventuras infantiles vividas. Esa fue la noche de los niños, la muchacha y el fósforo allí donde nunca desaparecería la energía de ellos ni de su amistad a diferencia del hermoso brillo, que se lo llevaron las aguas turbulentas y nos dejaron bellos recuerdos de regalo.

domingo, 17 de junio de 2012

Undécimo vuelo: Queridos engranajes, capítulo dos.

N499 había despertado. No actuó como Midori esperaba. Se levantó de su silla de repente y sin mirar nada y andó hacia la pared. El robot se asombró mucho mientras que daba lentamente un paso y luego otro, como si andar fuese lo más maravilloso del mundo. No como un bebé inquieto, más bien como un adulto que se levanta de su silla de ruedas. Andando, dando un paso, otro y otro, llegó a la pared y posó su mano en ella poco a poco sintiendo la superficie lisa y fría. Después la acarició con la punta de los dedos y más tarde con la palma de su mano. Acababa de descubrir el sentido del tacto y la temperatura de las cosas.
N499 reparó en que tenía otra mano y sacó la conclusión de que podía tocar sus propias manos, así que las juntó fascinado para probarlo.

El robot siguió mirando sólo al frente sin mirar a su alrededor. Siguió analizando su sentido del tacto. Caminó hacia la izquierda y empezó a tocar todos los objetos del taller: Las herramientas, sintiendo sus formas y que estaban hechas de materiales distintos; las mesas, advirtiendo las lineas formadas por la madera; incluso el suelo, que estaba más frío y más suave que la pared y era allí donde apoyaba sus pies y se mantenía en equilibrio. Pero ya tendría tiempo de inspeccionar eso de los pies y del equilibrio, a él le gustaban más las herramientas, la pared y las mesas. Tocó una herramienta distinta a las otras y estaba tan fría que el robot se asustó y dio un respingo. Más adelante vio un pomo, que según su escasa memoria abría algo que se llamaba cajón. Ya caminando más rápido se fue hacia el cajón y empezó a abrirlo y a cerrarlo. Se dio cuenta de que hacía ruido, como las voces y las herramientas.

En el otro lado del taller, Midori pensaba que se comportaba de una manera muy extraña, que todo le parecía infinitamente interesante. Nunca había visto a nadie ni nada actuar de ese modo. Ella, que ya se había levantado del suelo, seguía al robot con la mirada sin poder creérselo. Una voz interrumpió sus pensamientos, dándole una versión hablada de ellos.

-Midori, ¿Por qué él hace eso?- le preguntó Ashita, que estaba a su lado.
- Debería de preguntártelo yo a ti ¿Ahora qué hacemos?

N499 había abierto aún más sus ojos, su corazón de metal y mecanismos había empezado a latir de asombro. Se tocó las orejas levemente porque habían escuchado perfectamente voces y eso significaba que no estaba solo. Entonces bruscamente se dio la vuelta y miró tapándose la boca en un gesto de asombro a Ashita y Midori. Eran ellas dos de las tres personas que el robot había querido conocer fervientemente, eran ellas lo que ocupaba su puesto número uno en su filosofía y en su lista de deseos, pero no figuraban como gemelas. Era su alegre y tierna hermana y Midori, la hija de la que su querido Yuki tanto le había hablado.

Corrió por primera vez, estaba corriendo hacia ellas. Le había dado un vuelco y estaba frenético.Había despegado después del shock de las miradas y eso hizo que fuera demasiado repentino para Midori, que estaba con la piel de gallina. Pero ya era muy tarde para pararlo. N499 se plantó delante de Midori y la observó descaradamente de pies a cabeza. Alzó sus manos y le abarcó la cara, la acarició como si ella fuese a desaparecer de un momento a otro porque la piel y la mirada de un ser humano era lo más emocionante que él podía sentir. Nada comparado con mesas, herramientas y cajones. Su pelo negro, que no se quedaba sólido ante sus dedos; su cuello, por el cual sintió el latido de unas verdaderas venas. Con sus manos inquietas pretendía conocer a Midori de repente.

-¡Eh, tú!- le empujó- ¡No pue-des ha-cer e-so!- negó con el dedo índice como si el robot fuera tonto.
-Te entiendo perfectamente ¿Por qué hablas así?- Midori se ruborizó.
-Eso da igual. Tú ¿Qué haces? ¿Por qué lo tocas todo?
-No estoy acostumbrado a esto, Midori.
-Ahora que lo pienso, digamos que no tiene muchos datos en la memoria- dijo Ashita- Piensa, es el último modelo que creó tu padre y  lo terminó, pero no le dio tiempo a probarlo. Llegó a activarlo, pero sólo en su proceso de creación, según parece.
-Ah, muy bien ¿Eso cómo lo sabes?
-Porque habla perfectamente, sabe tu nombre y no se extraña de su voz. Además, yo también hablaba con Yuki mientras creaba parte de mi cuerpo.
-Sí, eso es. Yo hablé con Yuki- afirmó el robot y preguntó- ¿Por qué no puedo tocarte?
-Es una norma de educación- respondió Midori enfadada.
N499 había olvidado que allí estaba su hermana y se dio cuenta de ello:
-¡N498!
-¡No digas eso! ¡Soy Ashita y ahora tengo nombre de humana!
-Esto... Ashita ¿Qué tal estás?
-Muy bien, hermanito- sonrió. El robot vió que Ashita tenía unas manos como él y supuso que como ella tenía brazos, cara y cuerpo él también los tendría. N499 sabía que era un robot chico y sabía lo que era un chico, pero no se había mirado en un espejo ni nada que le hiciera identificarse a si mismo. Se pasó las manos por la cabeza y sintió que tenía el pelo más corto que su hermana.

-¿Tenéis un espejo?- Ashita lo condujo por la gran casa hasta el ático, donde había un espejo enorme. Se miró sorprendido por primera vez y se acercó mucho al espejo como un niño que juega con su reflejo. El robot veía a un chico grande, saludable y fuerte. No era ni muy delgado, ni con demasiado peso. Tenía un cabello muy negro y liso y unos ojos rasgados y castaños. Su piel era blanca amarillenta y tenía unos rasgos finos y masculinos al mismo tiempo. No estaba nada mal y parecía completamente un humano, así que él se alegró mucho. Lo que no sabía era que para Midori, seguía siendo un robot.

En los próximos días el robot aprendió muchas cosas que le enseñó Ashita y muchas cosas que aprendió solo. Se trataban como dos hermanos de verdad y era curioso, porque su hermana mayor tenía la apariencia de ser su hermana pequeña. Pero conforme iban pasando los días él se sentía más rechazado por Midori, que le ignoraba y le tenía miedo. Lo que ella no sabía era que el robot era muy diferente. Midori no se dignaba ni a mirarlo. Ellos se llevaban días sin verse aunque vivieran en la misma casa. El robot estaba muy, muy decepcionado con Midori. Cada día el pobre sentía más dolor porque se sentía más despreciado y Ashita no llenaba ese vacío.

Como siempre pasa,  hay una pizca que hace que la presión estalle. Un día fue el que decidió el nuevo destino y ese es el que ahora me dispongo a contarles.

Ese día Tsubasa se presentó sin avisar en la casa con un antiguo amigo de Midori que estaba con ella hace mucho tiempo en el colegio de Osaka. El chico se llamaba Kaito (que significa mar). Él tenía raices inglesas. Por ello su aspecto no era el de un chico corriente japonés: Tenía el pelo rubio dorado y sus ojos eran celestes. Los colores de la playa.

A Midori la visita la cogió de sorpresa y entonces no tuvo más remedio que presentarles los robots a sus amigos como si se trataran de compañeros de vivienda:

-Éstos son Ashita y Yoru- dijo Midori. Yoru era el nuevo nombre que Ashita le había puesto a su hermano. El día que Ashita le pidió a Midori que le pusiera un nombre al robot ésta eligió Nanashi (que significa sin nombre) y Ashita se enfadó y le puso Yoru sin consultar siquiera a Midori (Yoru signufica noche). Así que se le quedó Yoru.

Cuando Kaito entró en la casa fue la primera vez que vio un chico, alguien como él. Se fijó especialmente en él tomándolo como modelo, ya que Midori le había dicho hacía mucho tiempo que los chicos debían de comportarse de otra forma distinta a la de las chicas y además le había restringido el paso a su cusrto por ser un chico y a Ashita no por ser una chica.

En un principio Kaito parecía un chico ejemplar, encantador y sobretodo educado. Yoru pensó que era el príncipe de los cuentos en persona mirando su perfecto porte y su caballerosa sonrisa. Añadiendo que por supuesto no era un robot. No se parecía en nada a Kaito.

Luego su imagen del educado Kaito desapareció para dar lugar a lo que le pareció que era un descarado, un  irrespetuoso y un falso disfrazado de príncipe. En realidad, Kaito no hizo nada malo. Él solo se había estado divirtiendo con sus amigas y se habían reido como haría un grupo de amigos normal. Había tocado a ambas en el brazo cuando quiso ya que tenían confianza. Pero Yoru observándolos apartado de ellos con rabia no pensaba eso. Pensaba que Kaito era un chico como él y no tenía derecho a tocar a Midori ya que ella no lo dejaba ni acercarse, ni sentarse a su lado y mucho menos tocarle. Encima a Midori parecía darle igual.

Al irse tuvo la imperdonable descortesía de darle un beso a Midori en la mejilla al igual que su amiga , como si tuviera los mismos derechos que una chica o peor, como si fuese superior a él. El interior de Yoru hervía en llamas, sus celos incrementaban. Sin embargo, cuando estalló Kaito ya se había ido con Tsubasa.

-¡Midori, Kaito es un imbécil!- Ashita y Midori se sobresaltaron. Se acercó a Midori con una expresión que mostraba su descontrolada furia- ¡¿Acaso no te das cuenta?!
-¿Qué dices? ¿Por qué lo dices? ¿Qué te pasa?
-¡Te ha tocado! ¡Es un chico!
-¡¿Y qué?!
-¡¿Cómo que y qué?! ¡Yo no te puedo ni mirar porque soy un chico! ¿Y él sí?
-¡No te quiero porque eres un robot! ¡No porque seas un chico!
-¡¿Se supone que tú eres la hija de Yuki, un creador de robots?!
-¡Lo soy!
-¡¿Y dónde está Yuki?! ¡No te creo! ¡Yuki me describió a una gran persona y tú no lo eres!- Midori se echó a llorar, no pudo soportar las duras palabras de Yoru. Ésta vez es la propia humana la que demuestra que tiene sentimientos y Yuri lo demuestra tras ella, porque se arrepiente de haber hecho daño a Midori aunque no sabe realmente por qué llora y aunque ella no lo quiere. Ashita observa la escena desde el sofá horrorizada, no es capaz de moverse ni hacer nada.

-Yo no soy una mala persona, solo odio a todos los robots excepto a Ashita y les tengo miedo, pero aún así soy la hija de Yuki y Yuki esta... ¡¡Yuki está muerto!!- Ella rompe a llorar más fuerte y para consolarse lo único que puede hacer es abrazar al último robot que creó su padre. El robot no es rencoroso y la recibe cerrando el abrazo. Las lágrimas de Midori le mojan su camiseta. Ashita los sigue mirando, ahora aliviada. Midori siente los brazos fríos de Yuri, pero no le resultan tan desagradables como ella se imaginaba. Entonces se da cuenta para qué creó su padre a los dos últimos robots y la respuesta es que los creó para que la protegieran, para que no estuviese sola (ya que era hija única y no tenía madre) y para que ella amase a los robots como él los amaba. Yuri está tan triste y tan decepcionado que le dice a Midori:
-Por favor, apágame- y Midori lo mira y le contesta:
- ¿Ahora que no odio a los robots lo dices?- y Yuri se pregunta que tenía su abrazo para hacerla cambiar de opinión de un minuto a otro.







martes, 5 de junio de 2012

Décimo vuelo: Antes del descanso de la batalla y lo que hizo que comenzara otra nueva.

Allí donde la luz blanca en la mañana purifica las canciones que acompañan al juego de luz verde hacia luz marrón. Allí donde una gota corre hacia otra que es sólida y se choca contra ella, y intenta atravesarla, y la gota sólida no accede, sólo lucha contra la otra y va ganando porque la líquida no tiene más remedio que retroceder. Allí donde un roce significa un estrépito. Allí donde el tiempo se convierte en instantánea eternidad intensa. ¿Dónde? ¿Dónde quedó ese lugar?

Un día fui y no había juegos, ni luces, ni canciones. Hubo sólo el estrépito de un roce a causa de la gota sólida y fue cono el punto del final, como el estallido del Big Bang.Ganó, una gota ganó.

Volvió a brillar la luz blanca, llegué a la puerta del lugar de la lucha, la abrí y...

jueves, 10 de mayo de 2012

Noveno vuelo: El masoquismo en la biología

El afecto es una necesidad de supervivencia, decía el libro. "No", piensas, el agua y la comida son necesidades de supervivencia. Yo podría vivir solo en una isla ¿Por qué entonces se considera al afecto totalmente necesario para sobrevivir? La razón no está solo en el presente, sino en el futuro, a diferencia de las demás necesidades que figuran en la lista. Se trata de reproducirse y de obtener protección y enseñanza. Para eso se supone que existe el afecto,  para sobrevivir y reproducirse, que ironía.

Por ello "sobre-reaccionamos" ante una mínima cosa relacionada con el afecto y también "sobre-percibimos". Lo considero algo masoquista por parte de nuestro sistema biológico ¿Cómo se puede permitir eso a títeres de la naturaleza? ¿Por qué un botón de autodestrucción es el que permite que la especie siga adelante? Se supone que sabemos que el afecto es destructivo, claro. Me refiero al momento en el que das tu comida al otro por afecto, o cuando paras una pelea, o incluso podemos decir mátame por afecto. Supervivencia, ja, ja ¡Qué ironía! Masoquismo, más bien. A eso se le llama saltarse la ley por la manada.

Pasemos al tema de las reacciones. Vemos a un amigo y sonreímos, pensamos alegremente y sentimos afecto. Pero la reacción  no se reduce a la vista ni a la presencia, la misma reacción (a menor escala) sucede ante un simple olor, una sonrisa. Como una energía invisible que sin tocar su fuente te advierte los efectos.

Tanta corriente eléctrica y tanto instinto de compañía para que llegue el día en el que pases de la supervivencia y cubras a tu amigo a la hora del peligro. Lo peor es que sabes que ambos sois de cristal ante el mundo, que aunque pudieses velar siempre, tú no tendrías la capacidad para salvarlo y es entonces cuando piensas: "maldito afecto" ¿Y si no tuviese afecto? Quizá sufriría menos ¿Y si fuese alguien completamente frío? La respuesta es que si no tuviésemos afecto nos mataríamos los unos a los otros y la especie caería, eso es obvio, pero ¿Por qué hasta el punto del masoquismo?

Me imagino que las respuestas científicas serían las siguientes: 1, porque sirve para ser la causa de nuestra mente ávida de inteligencia para el esfuerzo; 2, por el instinto de protección hacia los demás; 3, porque al preocuparse los unos por los otros la especie sale adelante con facilidad.

Yo prefiero contestar porque sí y punto, porque el afecto no es lógico ni ilógico, porque no está hecho para los que quieren medir todo con lupa, porque es nuestra felicidad personificada. Por eso sensaciones tan fuertes en nuestro imperfecto sistema.

Octavo vuelo: Los dos caminos

El sol es radiante y te da la vida. El sol es algo hermoso, que brilla, perfecto y grandioso; pero es la blanca luna la que te permite al menos aspirar a tocarla aunque sea con la punta de los dedos. La luna brilla menos, pero puedes mirarla; puedes subirte al tejado, ponerte de puntillas, alzar la mano y decir "ya estoy más cerca de la luna" mientras ella te baña con su fría pero tierna luz. En cambio si pretendes estar cerca del sol, cuanto más cerca llegues más te quemas; pero no olvidemos que es más brillante, que hace cosas extraordinarias, hace crecer a las plantas, que es amante y amable a distancia. En resumen, puedes tocar el reflejo de la luna y cabe una pequeña esperanza de alzarte en el cielo y tocarla de verdad, pero si tocas al sol mueres.

jueves, 26 de abril de 2012

Séptimo vuelo: Y llegó la primavera...

Primavera esperada,
te asomaste a la ventana.
Llovió en un día soleado,
mi corazón se tornó animado
y las mejillas se colorearon.
Palpitó la sangre,
la lluvia cantó al son del aire,
así se creaba el recuerdo
de otro día eterno.

Llegó la primavera,
la vi,
la oí,
mas no la toqué,
pero me llamó,
la ventana golpeó.

Primavera esperada,
llegó la lluvia y me sentí aliviada,
latido sereno, mas latido,
nerviosismo tranquilo.

Sentí el olor y el tacto húmedo de la lluvia,
deseando el roce de tu agua pura.
No me sentí como esperaba,
me sentí feliz sin nada
sólo por verte, lluvia anhelada.

Así floreció todo a mi alrededor,
todo excepto yo,
que sólo miraba,
callada y asombrada.
Salir no podía
de mi estancia fría
y empaparme de ti,
pero sonreí.

Así inquieta aguardé,
o no aguardé nada,
y una gota cristalina recorrió el alféizar de la ventana
y se derramó en mí.
Una gota tuya y florecí.
Parte tuya para mí,
parte mía para ti.
Dejaste todo embellecido
para esperarte con un suspiro
recordando la lluvia de abril.



sábado, 21 de abril de 2012

Sexto vuelo: La primavera llegaba

Primavera a punto de caer,
ya no quiero verte florecer.
Va a llover
y cuando llueva
me desgarraré.

Porque la lluvia se alza sobre mí
pero no se funde conmigo,
se funde sobre un mar desconocido.
El mar es grande, hermoso y sabe,
sabe hacer sonido suave.
Yo soy una flor pequeña,
toda la lluvia en mi no cabe.

Primavera,
me retorceré en un dulce dolor,
me desgarraré seca
viéndote pasar fuera
y agonizaré en mi celda
hasta romperme otra vez.

Porque tú, lluvia, no llegas a mí.
Porque llegas a la mar, no aquí.

Primavera,
mañana me sentiré como quien amarrado
llega la comida que ha esperado
y no la puede comer.
La lluvia coge a la mar
y yo me muero de sed.

Primavera,
un kilómetro queda
y aunque llegues,
no esperes,
que no voy a florecer.

martes, 17 de abril de 2012

Quinto vuelo: Lluvia de primavera

Primavera,
la sangre altera,
la mía espera.

Primavera,
revuelve los corazones,
el mío duerme en los rincones
fundados por los recuerdos de un día eterno.

Primavera,
que rosa las rosas y las mejillas,
mis mejillas están pálidas,
su rojez está perdida.
Espero la lluvia que se marchó,
mi mundo no corresponde a la estación.

Primavera,
ya falta poco,
espera,
que ya llega.
Doce kilómetros de diecinueve,
al diecinueve llueve.

Al igual que la última flor es la más bella,
mis mejillas serán más rojas,
mi inquietud serena.

Lluvia que desaparece hasta que sabes que viene,
lluvia que te adormece haciendo un ruido leve.
Ven, truena, conviértete en granizo,
nieva, riega los campos de mi paraíso.
Baila conmigo mojándome de tu encanto.
Riega a mi primavera, que está esperando.

lunes, 16 de abril de 2012

Cuarto vuelo : El exterior fantástico

En tristeza una sonrisa de actriz
y aparentemente todo está feliz.
Esa es la sonrisa del sacrificio por los espectadores.
Para que no se entristezcan se hace del drama una comedia.
Miran una falsa sonrisa y sus corazones sonríen en una tragedia.

La comedia sigue
y ríen a carcajadas,
pero hay alguien en el fondo,
esa cara insospechada.
Nadie le mira,
pero esa persona sabe
que tras el telón
se esconde otro alguien
¿De qué se ríen?, piensa esa persona.
Ella en su solo de comedia
de rosas se corona.
Rosas negras teñidas de blanco.
Tras ellas espinas y su dolor amargo.

En el jardín tras el teatro
 son actores que pelean.
En la escena del acto
sólo hay una chica bella.
Una Dido que se quema sonriendo,
cuenta chistes pero se quema a fuego lento.
Una pobre que se cubre de joyas,
sangre que pasa por agua,
el espectador se asombra.
Sangre derramada,
puñal en el suelo,
caras de alegría,
estacada en el pecho,
espectador corriendo.
La gente impide que él suba,
ella cae al suelo.
"¡Qué graciosa Celestina!",
pero Melibea ha muerto.
Nadie se da cuenta,
todos se van contentos.

Acaba la tragedia,
menos mal que ella revive.
Sola se levanta,
todavía existe.
Él suspira,
ella ríe.

Ella se hacía la dura,
pero legaría el día
en el que la escena oscura
se la tragaría.
No tendría más remedio
que aceptar la ayuda.
Hacer comedias y tragedias puras.

La chica de enfrente
es una chica repelente
y no es porque sea mala,
es que no lo dice,
no dice lo que siente.
Aunque ríe a la gente
tiene una espada clavada.
Esa chica del segundo plano,
tú no te das cuenta,
es una actriz
de tragicomedia.



Tercer vuelo: Dos tipos de personas

El escaner me permite hacer hipotesis que suelen ser ciertas sobre una persona. Cuanto más tiempo pase mejor se escaneará en mi cabeza, que cada vez tiene agolpados más documentos sobre las personas y no se me olvidan. Es algo así como Fulanita, tzzzz, alegre, creativa, normal, le gustan los colores, pacífica, simpática...Y ya está, mi imaginación crea a alguien que conozco a partir de alguien que no conozco.

Lo más curioso es que hay personas con las que despues de escanearlas la pantalla me sale en blanco ¿Por que? Bueno, supongo que porque son las personalidades más complicadas y para mi impresión luego son las personas que más me gustan, con las que mejor me llevo. Las que conoces pero siguen teniendo misterios. Yo misma soy una caja de sorpresas, que no me conozco ni a mi misma. Las personalidades complicadas suelen ser escépticas, dudosas, liberales. impredecibles...Claro que no todo son campos de flores para estos terrenos, como en todo también hay desventajas. Solo sabemos que no sabemos nada, no podemos ser ni blanco ni negro, sino que somos de colores. Así somos los que salimos en blanco para el desconcierto de los demás. Difíciles, fugitivos en mayor o menor medida y además al ser personas poco comunes atraemos las situaciones poco comunes, como me dijo alguien una vez (eso es lo más divertido).  Algunas veces nos ocurren tales cosas    o se nos vienen a la cabeza tales cosas que creemos que estamos locos, que se nos ha cruzado un cable, pero no es verdad, el caso es que estamos demasiado poco locos, es algo abstracto. Pero ¿Cuáles son esas situaciones tan divertidas (irónica y no irónicamente)? Pues bien, son situaciones como quedarnos encerrados dentro o fuera de nuestra propia casa, ahogarse en un vaso de leche (en serio), son muy dadas las casualidades como que te pase lo mismo que el libro que te estás leyendo o encontrarte a tu amiga mientras te comes un bocadillo de queso en un portal de piso con todos los portales que hay en esta ciudad y en el mundo. Ya sé que estas cosas no solo les suceden a cierto tipo de personas, pero es lo más frecuente, creo yo.

Ahora hablemos de los que sí veo en la pantalla tras escanearlos (no os vayáis a creer que os veo en el ordenador ahora mismo ni nada de eso, tampoco soy omnipresente por mucha pluma que sea). Estas personas no tienen por qué ser normales. Sólo basta con que muestren su personalidad a simple vista y entonces yo hago mi análisis, tzzzz, y mis teorías. Si se come las uñas, si fuma, la voz (muy importante), su forma de vestir, sus gestos, lo que lee, lo que no y muchas cosas más. Todo eso que ya no se me olvida. Yo no tengo la culpa de que no se me olvide, tampoco puedo evitar observar como todo ser viviente, me aburro y no, no se me olvida. Encima tengo la manía de fijarme en la letra de cada uno, manías, manías y más manías. Parece que miro al infinito y miro aquí mismo, incluso lo hago a posta, me hago la tonta y disimulo.

Segundo vuelo: Descripción 1


Tiene el pelo castaño oscuro y claro por las puntas. Ella tiene el pelo largo y con un toque ondulado. Sus ojos color chocolate complementan con su personalidad cálida. Su piel diría que es de color crema. Su cara es redondita. Largas pestañas, cejas negras, algunos lunares y unos pocos granitos que cambian misteriosamente de sitio.

Su figura es delgada, pero no tanto y es pequeña. Aunque yo no sea precisamente quien tiene derecho a decir eso, da igual, es pequeña.

En cuanto a ropa, en invierno suele cubrirse prácticamente sus manos (de las cuales se come las uñas) con los puños de la sudadera.

Su carácter es alegre la mayoría del tiempo, eso cuando no está desanimada o tiene sueño. Viene todas las mañanas con su sonrisa contagiosa y cambia el día a soleado. Alegre, dulce, imaginativa… Es verdad, me gusta cuando ella y yo tenemos conversaciones sin sentido o sacamos un dibujo de la nada. En fin, alguien que aprecia las cosas que los demás ni siquiera ven. Sin embargo, es tan descarada que a veces asusta o impresiona a la gente.

También es otra cabezota, elimina el trabajo del diccionario sustituyéndolo con diversión, no se da cuenta de las indirectas o de otras cosas, no sabes lo que piensa y está muy mimada (no me refiero en el sentido paterno).

Por otro lado es natural y le gusta la naturaleza, es libre, mimosa, muy mimosa, sociable, alguien con quien me siento a gusto, observadora, diferente, comprensiva y no olvidemos que le encanta la música y los conejos (aunque pensarás que no viene a cuento, pues si viene a cuento y además, yo soy la escritora ¿no? Los conejos y la música es algo muy importante para que entiendas sus virtudes).

Nunca podría describirla si no dijera que es uno de mis pétalos. Es la canela de mi té, el conejo que me deja perseguirle día a día.

sábado, 24 de marzo de 2012

Primer vuelo: Queridos engranajes


En el Japón del 2015 vivía Yamamoto Midori. Midori significa verde. Ella hacía honor a su nombre de pila porque se parecía al color verde. Era natural, tranquila, bondadosa y una chica normal y corriente. Tenía un largo cabello negro y liso con flequillo recto, los ojos negros de asiática, la piel blanca amarillenta y era como cualquier chica corriente.

 Sin embargo, su padre era lo que le quitaba la normalidad completa de su vida. Su padre era un hombre tan verde y amable como ella, pero era una mente prodigiosa. Poseía ese complicado don. Entonces  ¿Quién era el padre de Midori? Pues bien, él era Yamamoto Yuki y también hacía honor a su nombre porque era amable, pero frío como la nieve (Yuki). Desafortunadamente, también era tan débil como la nieve así que cuando llegó el verano de 2015 murió. Dejó a la pobre Midori (que tenía dieciocho años) sola.

Yuki era un hombre de pelo castaño, ojos negros y piel blanca amarillenta. Tenía gafas, algo por lo que se veía inteligente. Su inteligencia no se dedicaba a realizar experimentos químicos con probetas, líquidos, sales y demás. Ni tampoco se dedicaba a curar personas. No era filósofo, ni escritor, ni matemático. Él se había dedicado… a la robótica. De hecho, había sacado en ventas muchísimos robots en forma de animales, de plantas, de seres mitológicos o simplemente sin una forma definida. Todos esos robots habían hecho felices a mucha gente y ellos mismos eran felices a su forma de robots. Eso si te imaginas que tienen sentimientos, cada cual crea lo que quiera.

Entonces era eso lo que heredaba Midori: El taller subterráneo de la casa con todo lo referente a los robots y los robots. No, Midori no se quedaba del todo sola.

Cuando llegó a casa, después de haber pasado meses en Hokkaido y haberse hartado de campo, lo primero que hizo fue abrir el taller de su padre.
-Hola, Hanna.
-¡Guau!- Hanna (que significa flor) era su perra robótica con pelo, nariz húmeda, ojitos negros…, en fin, exactamente igual que cualquier perrita corriente. La únicas diferencias eran que tenía cables por dentro y exigía muchos menos cuidados. Midori le había cogido mucho cariño a pesar de que fuese un robot y probablemente no tuviese sentimientos.

Después de saludar a su perra, Midori repasó todo lo que había que mostrar a la empresa para sacar en venta, todos los libros y herramientas que se iban a quedar allí y también los robots que estaban apagados (ella no sabía si estaban terminados o no).

Dos de esos robots asustaron a Midori tanto que casi se cae. Los dos estaban sentados en una silla con los ojos cerrados y tenían exactamente el mismo aspecto que dos humanos con su piel, su pelo, uñas, labios, todo… Seguramente eran como Hanna, sólo se diferenciarían en los cables de un humano normal (con cables quiere decir todo el mecanismo robótico, por supuesto). Eran una niña rubia de pelo de media melena que aparentaba unos nueve años y un muchacho moreno. Ambos tenían enchufado un cargador en la nuca y eso quería decir que estaban acabados.

-¿Qué hago?- dijo Midori.

 ¡Eran prácticamente como los robots de su serie favorita! En ella un muchacho se enamoraba de su chica robot. Midori tenía miedo de aquellos robots y si los sacaba en venta seguro que crearían ese tipo de problemas. Podrían reclutar robots, podrían hacer cualquier trabajo y sobretodo, la gente podría sentir cariño por algo sin sentimientos. Sentir cariño por un perro sin sentimientos tampoco era tan grave, pero sentir cariño por humanos sin sentimientos era otra cosa. Además los robots no crecían, ni podían tener hijos. Serían otro problema para la problemática sociedad.

-Lo siento, chicos, pero os vais a tener que quedar aquí- les quitó el cargador- Lo siento, de verdad, pero no puedo encenderos.

En realidad ya habían sacado robots en forma de humanos a la luz, pero eran imperfectos y los que estaban en el poder de Midori eran perfectos (leyó el manual y así lo supo). Entonces ella los dejó allí en apagados en el taller y se fue.

A pesar de tener a Hanna, ella se sentía muy sola. En Osaka (donde vivía ahora) sólo tenía a los robots que estaban activados en su casa y a Tsubasa, su mejor amiga. Tsubasa significa ala, a Midori le encantaba el nombre de su amiga. Tsubasa parecía mucho mayor de lo que era. Tiraba literalmente y metafóricamente del brazo de Midori. El ala de Midori.

El dichoso día fue un mes después de su mudanza a Osaka. En ese día acababa de dejar a Tsubasa en el parque y llegaba a casa. Se quitó el chaquetón, la bufanda, el bolso…

-¡Bienvenida a casa!- dijo alguien con voz aguda.
-¡¡Ahh!! ¡¿Qué haces tú aquí?!- era la robot rubia.
-Dar la bienvenida, obviamente.
-¡No! ¡Deberías de estar apagada y ahí abajo!
-No quería dormir más.
-¿A eso le llamas dormir?- el robot suspiró.
-Apagarse, dormir… son lo mismo.
-Bueno ¿Quién te ha encendido
-Nadie, sólo quería despertarme y me he despertado.
-¡Eres un robot! ¡En el manual no ponía nada de eso!
-Si tenemos un fallo no es mi culpa
-¿Tenemos? No me digas que tu amigo…
-No, él está dormido.
-¡Apagado!
-¡Es lo mismo!
-¡No es lo mismo! ¡Abajo ya!
-Pero no quiero… Apagarme.
-Sólo te voy a mirar los cables!
-Ah, vale.

Pero cuando Midori examinó su mecanismo (su padre le había enseñado mucho de robótica) estaba todo perfecto.

-Midori, yo quiero vivir.
-Pues la llevas clara. Eres una niña y no creces.
-Midori, y quiero crecer, desayunar, aprender…
-No te preocupes, haremos lo que podamos ¿Vale?
-¡Bien!- sonrió ¿Qué podía hacer Midori? Tenía suficiente corazón y no era capaz de apagarla.
-Tú comes ¿Verdad?
-Sí, ¿Vamos a comer?- acto seguido corrió a la cocina, preparó la comida en dos minutos y comió a la mesa con Midori mostrando una sonrisa porque acababa de hacer algo que hacían los humanos.

-Te tendremos que poner un nombre, no creo que N498 sea muy adecuado.
-¿Un nombre de humanos?
-Claro ¿Cómo te quieres llamar?
-¡Midori o Yuki!
-No, de ninguna manera ¿Qué tal Ashita?
-¿Ashita?- ladeó su cabeza en señal de duda.
-Significa mañana, cuando te despiertas.
-¡Vale!- además Ashita era muy enérgica y alegre como la mañana.

A partir de ese momento, fue como si de repente tuviese una hermanita pequeña. Juntas paseaban, comían, se bañaban, reían…. No podían dormir juntas porque Ashita no dormía, sólo se cargaba al lado del enchufe como si fuera un teléfono móvil. Además se diferenciaba en más cosas de los humanos: Tenía calculadora, grabadora, agenda, despertador, navegación a Internet y todo tipo de programaciones informáticas que Midori raramente utilizaba porque le daba grima.

Midori creía vivir una falsa vida queriendo a alguien sin sentimientos. Al menos, no se sentía sola y aquello sólo le afectaba a ella. Era un asunto un poco más grave que la perra, nada más.

Un día Ashita preguntó:
-¿No vas a encender al pobre N499?
-No, contigo tengo suficiente.
-Pero el querrá vivir igual que yo y no se puede despertar.
-Si no se despierta es porque no quiere ¡Es un robot! Los robots no viven, ninguno excepto tú, Ashita.
-¡Seguro que N499 es muy buen chico!, o robot.
-¡Bajo ninguna circunstancia lo voy a encender! ¡Me niego!
-Nos ayudará en la casa ¿Si fuera yo no me encenderías?
-¡Se supone que no debes sentir lástima! Sois robots y yo soy quien decide. Ashita, el puede no ser como tú y no sentir lástima. Si se descontrola nos podría hacer daño porque es un robot igual de grande que yo, no un niño como tú.

Ashita veía que ella solo era un mecanismo para Midori, como la lavadora. Midori se divertía mucho con      Ashita, pero procuraba mantenerse fría en cuanto a los robots.

La pobre robot cada vez se veía menos correspondida y estaba triste. No hacía sus tareas de la casa bien, se quedaba sin energía al poco tiempo, actuaba con lentitud y torpeza…

-Ashita ¿Estás estropeada? ¿Qué te pasa- Fue como si Midori la hubiese insultado al decirle que si estaba estropeada y lloró ¡Ashita lloró! Una mañana que llueve.
-¡No estoy estropeada!
-Vaya, en tus instrucciones no ponía nada de que tienes un mecanismo para llorar- Era tan insensible. Eso era lo que se le ocurría, ni siquiera se sorprendía de verla llorar o la consolaba. Quizá un frigorífico tenía más sentimientos que Midori. Eso era lo que en ese momento pensaba Ashita.
-¡No tengo ningún mecanismo de esos! Midori ¿Cómo puedes ser así? No soy una simple máquina de engranajes como la lavadora, soy Ashita. No necesito instrucciones ni mecanismos para llorar porque tengo sentimientos. Tú no me quieres porque crees que no siento, pero yo te quiero, Midori.

Midori la abrazó, ahora sí, sintiendo lástima.

-Está bien, serás una excepción. No se cómo es que tienes alma, pero haré una excepción contigo y te trataré como una humana ¡Solo una excepción!- le sostuvo el rostro- Vamos, no llores más.

Sin embargo, Ashita no iba a ser el único robot que iba a abrazar a Midori y que la iba a querer a pesar de su frialdad en cuanto a los robots.

Otro día, ella abrió la puerta del taller se su padre para coger un destornillador y los minirobots se abalanzaron sobre sus pies abrazándola.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué es esto?!
-Midori ¿Qué te pasa?- entró en el taller Ashita y luego empezó a reír a carcajadas con su risa aguda. De repente, todos los robots adoraban a Midori. Después de los minirobots vinieron todos los demás despacito para no aplastar ni a los minirobots ni a Midori y la abrazaron también. Ashita más se reía y Midori más se sorprendía,  seguía con la boca en forma de o y tenía los brazos abiertos. Estaba asustada de esa tan inesperada escena.

-Es normal que te quieran puesto que eres su hermanita.
-¿Su hermanita?
-¡Claro! Tu padre los creó, es decir, nuestro padre.
-Ya, muy conmovedor ¡Basta, fuera! ¡No me puedo mover!- los robots no le hacían caso- ¡Voy a perder el equi…!- Y se cayó al suelo.

-¡Ahora es mi oportunidad!- dijo Ashita- ¡Solo falta un robot por abrazarte, Midori!- corrió traviesa hacia N499.
-¡Quieta! ¡¡No lo hagas!! ¡Ashita! ¡¡NO!!- corrió tras Ashita intentando pararla, pero iba dando tumbos tropezándose con todo. Agarró la mano izquierda de Ashita, en cambio ella lo encendió con su derecha.
-¡Oh, no!- Midori se derrumbó de rodillas en el suelo ante el chico robot. N499 abrió los ojos, se le encendieron de su color negro, parpadeó, despertó.

Presentación del blog

Bienvenidos, soy Plumazul. Me puse ese seudónimo por las plumas que se utilizan para escribir y  porque el azul es un color pasional, puro y libre como lo que escribo.

 Entonces la pluma se mueve empujada por el viento y realiza un vuelo (un escrito). Aquí deposito mis escritos, por lo que  el blog se llama "La casa de los vuelos".

¿Cómo son mis vuelos? Me encantan las historias, así que habrá historias. Aparte de eso, habrá metáforas personales, quizá alguna poesía, descripciones y otros tipos de escritos. No niego que alguna vez se me crucen los cables y os encontréis algo que os haga pensar: ¿?

En fin, espero que os gusten los vuelos y que no los perdáis (risa de malicia). XD