domingo, 17 de junio de 2012

Undécimo vuelo: Queridos engranajes, capítulo dos.

N499 había despertado. No actuó como Midori esperaba. Se levantó de su silla de repente y sin mirar nada y andó hacia la pared. El robot se asombró mucho mientras que daba lentamente un paso y luego otro, como si andar fuese lo más maravilloso del mundo. No como un bebé inquieto, más bien como un adulto que se levanta de su silla de ruedas. Andando, dando un paso, otro y otro, llegó a la pared y posó su mano en ella poco a poco sintiendo la superficie lisa y fría. Después la acarició con la punta de los dedos y más tarde con la palma de su mano. Acababa de descubrir el sentido del tacto y la temperatura de las cosas.
N499 reparó en que tenía otra mano y sacó la conclusión de que podía tocar sus propias manos, así que las juntó fascinado para probarlo.

El robot siguió mirando sólo al frente sin mirar a su alrededor. Siguió analizando su sentido del tacto. Caminó hacia la izquierda y empezó a tocar todos los objetos del taller: Las herramientas, sintiendo sus formas y que estaban hechas de materiales distintos; las mesas, advirtiendo las lineas formadas por la madera; incluso el suelo, que estaba más frío y más suave que la pared y era allí donde apoyaba sus pies y se mantenía en equilibrio. Pero ya tendría tiempo de inspeccionar eso de los pies y del equilibrio, a él le gustaban más las herramientas, la pared y las mesas. Tocó una herramienta distinta a las otras y estaba tan fría que el robot se asustó y dio un respingo. Más adelante vio un pomo, que según su escasa memoria abría algo que se llamaba cajón. Ya caminando más rápido se fue hacia el cajón y empezó a abrirlo y a cerrarlo. Se dio cuenta de que hacía ruido, como las voces y las herramientas.

En el otro lado del taller, Midori pensaba que se comportaba de una manera muy extraña, que todo le parecía infinitamente interesante. Nunca había visto a nadie ni nada actuar de ese modo. Ella, que ya se había levantado del suelo, seguía al robot con la mirada sin poder creérselo. Una voz interrumpió sus pensamientos, dándole una versión hablada de ellos.

-Midori, ¿Por qué él hace eso?- le preguntó Ashita, que estaba a su lado.
- Debería de preguntártelo yo a ti ¿Ahora qué hacemos?

N499 había abierto aún más sus ojos, su corazón de metal y mecanismos había empezado a latir de asombro. Se tocó las orejas levemente porque habían escuchado perfectamente voces y eso significaba que no estaba solo. Entonces bruscamente se dio la vuelta y miró tapándose la boca en un gesto de asombro a Ashita y Midori. Eran ellas dos de las tres personas que el robot había querido conocer fervientemente, eran ellas lo que ocupaba su puesto número uno en su filosofía y en su lista de deseos, pero no figuraban como gemelas. Era su alegre y tierna hermana y Midori, la hija de la que su querido Yuki tanto le había hablado.

Corrió por primera vez, estaba corriendo hacia ellas. Le había dado un vuelco y estaba frenético.Había despegado después del shock de las miradas y eso hizo que fuera demasiado repentino para Midori, que estaba con la piel de gallina. Pero ya era muy tarde para pararlo. N499 se plantó delante de Midori y la observó descaradamente de pies a cabeza. Alzó sus manos y le abarcó la cara, la acarició como si ella fuese a desaparecer de un momento a otro porque la piel y la mirada de un ser humano era lo más emocionante que él podía sentir. Nada comparado con mesas, herramientas y cajones. Su pelo negro, que no se quedaba sólido ante sus dedos; su cuello, por el cual sintió el latido de unas verdaderas venas. Con sus manos inquietas pretendía conocer a Midori de repente.

-¡Eh, tú!- le empujó- ¡No pue-des ha-cer e-so!- negó con el dedo índice como si el robot fuera tonto.
-Te entiendo perfectamente ¿Por qué hablas así?- Midori se ruborizó.
-Eso da igual. Tú ¿Qué haces? ¿Por qué lo tocas todo?
-No estoy acostumbrado a esto, Midori.
-Ahora que lo pienso, digamos que no tiene muchos datos en la memoria- dijo Ashita- Piensa, es el último modelo que creó tu padre y  lo terminó, pero no le dio tiempo a probarlo. Llegó a activarlo, pero sólo en su proceso de creación, según parece.
-Ah, muy bien ¿Eso cómo lo sabes?
-Porque habla perfectamente, sabe tu nombre y no se extraña de su voz. Además, yo también hablaba con Yuki mientras creaba parte de mi cuerpo.
-Sí, eso es. Yo hablé con Yuki- afirmó el robot y preguntó- ¿Por qué no puedo tocarte?
-Es una norma de educación- respondió Midori enfadada.
N499 había olvidado que allí estaba su hermana y se dio cuenta de ello:
-¡N498!
-¡No digas eso! ¡Soy Ashita y ahora tengo nombre de humana!
-Esto... Ashita ¿Qué tal estás?
-Muy bien, hermanito- sonrió. El robot vió que Ashita tenía unas manos como él y supuso que como ella tenía brazos, cara y cuerpo él también los tendría. N499 sabía que era un robot chico y sabía lo que era un chico, pero no se había mirado en un espejo ni nada que le hiciera identificarse a si mismo. Se pasó las manos por la cabeza y sintió que tenía el pelo más corto que su hermana.

-¿Tenéis un espejo?- Ashita lo condujo por la gran casa hasta el ático, donde había un espejo enorme. Se miró sorprendido por primera vez y se acercó mucho al espejo como un niño que juega con su reflejo. El robot veía a un chico grande, saludable y fuerte. No era ni muy delgado, ni con demasiado peso. Tenía un cabello muy negro y liso y unos ojos rasgados y castaños. Su piel era blanca amarillenta y tenía unos rasgos finos y masculinos al mismo tiempo. No estaba nada mal y parecía completamente un humano, así que él se alegró mucho. Lo que no sabía era que para Midori, seguía siendo un robot.

En los próximos días el robot aprendió muchas cosas que le enseñó Ashita y muchas cosas que aprendió solo. Se trataban como dos hermanos de verdad y era curioso, porque su hermana mayor tenía la apariencia de ser su hermana pequeña. Pero conforme iban pasando los días él se sentía más rechazado por Midori, que le ignoraba y le tenía miedo. Lo que ella no sabía era que el robot era muy diferente. Midori no se dignaba ni a mirarlo. Ellos se llevaban días sin verse aunque vivieran en la misma casa. El robot estaba muy, muy decepcionado con Midori. Cada día el pobre sentía más dolor porque se sentía más despreciado y Ashita no llenaba ese vacío.

Como siempre pasa,  hay una pizca que hace que la presión estalle. Un día fue el que decidió el nuevo destino y ese es el que ahora me dispongo a contarles.

Ese día Tsubasa se presentó sin avisar en la casa con un antiguo amigo de Midori que estaba con ella hace mucho tiempo en el colegio de Osaka. El chico se llamaba Kaito (que significa mar). Él tenía raices inglesas. Por ello su aspecto no era el de un chico corriente japonés: Tenía el pelo rubio dorado y sus ojos eran celestes. Los colores de la playa.

A Midori la visita la cogió de sorpresa y entonces no tuvo más remedio que presentarles los robots a sus amigos como si se trataran de compañeros de vivienda:

-Éstos son Ashita y Yoru- dijo Midori. Yoru era el nuevo nombre que Ashita le había puesto a su hermano. El día que Ashita le pidió a Midori que le pusiera un nombre al robot ésta eligió Nanashi (que significa sin nombre) y Ashita se enfadó y le puso Yoru sin consultar siquiera a Midori (Yoru signufica noche). Así que se le quedó Yoru.

Cuando Kaito entró en la casa fue la primera vez que vio un chico, alguien como él. Se fijó especialmente en él tomándolo como modelo, ya que Midori le había dicho hacía mucho tiempo que los chicos debían de comportarse de otra forma distinta a la de las chicas y además le había restringido el paso a su cusrto por ser un chico y a Ashita no por ser una chica.

En un principio Kaito parecía un chico ejemplar, encantador y sobretodo educado. Yoru pensó que era el príncipe de los cuentos en persona mirando su perfecto porte y su caballerosa sonrisa. Añadiendo que por supuesto no era un robot. No se parecía en nada a Kaito.

Luego su imagen del educado Kaito desapareció para dar lugar a lo que le pareció que era un descarado, un  irrespetuoso y un falso disfrazado de príncipe. En realidad, Kaito no hizo nada malo. Él solo se había estado divirtiendo con sus amigas y se habían reido como haría un grupo de amigos normal. Había tocado a ambas en el brazo cuando quiso ya que tenían confianza. Pero Yoru observándolos apartado de ellos con rabia no pensaba eso. Pensaba que Kaito era un chico como él y no tenía derecho a tocar a Midori ya que ella no lo dejaba ni acercarse, ni sentarse a su lado y mucho menos tocarle. Encima a Midori parecía darle igual.

Al irse tuvo la imperdonable descortesía de darle un beso a Midori en la mejilla al igual que su amiga , como si tuviera los mismos derechos que una chica o peor, como si fuese superior a él. El interior de Yoru hervía en llamas, sus celos incrementaban. Sin embargo, cuando estalló Kaito ya se había ido con Tsubasa.

-¡Midori, Kaito es un imbécil!- Ashita y Midori se sobresaltaron. Se acercó a Midori con una expresión que mostraba su descontrolada furia- ¡¿Acaso no te das cuenta?!
-¿Qué dices? ¿Por qué lo dices? ¿Qué te pasa?
-¡Te ha tocado! ¡Es un chico!
-¡¿Y qué?!
-¡¿Cómo que y qué?! ¡Yo no te puedo ni mirar porque soy un chico! ¿Y él sí?
-¡No te quiero porque eres un robot! ¡No porque seas un chico!
-¡¿Se supone que tú eres la hija de Yuki, un creador de robots?!
-¡Lo soy!
-¡¿Y dónde está Yuki?! ¡No te creo! ¡Yuki me describió a una gran persona y tú no lo eres!- Midori se echó a llorar, no pudo soportar las duras palabras de Yoru. Ésta vez es la propia humana la que demuestra que tiene sentimientos y Yuri lo demuestra tras ella, porque se arrepiente de haber hecho daño a Midori aunque no sabe realmente por qué llora y aunque ella no lo quiere. Ashita observa la escena desde el sofá horrorizada, no es capaz de moverse ni hacer nada.

-Yo no soy una mala persona, solo odio a todos los robots excepto a Ashita y les tengo miedo, pero aún así soy la hija de Yuki y Yuki esta... ¡¡Yuki está muerto!!- Ella rompe a llorar más fuerte y para consolarse lo único que puede hacer es abrazar al último robot que creó su padre. El robot no es rencoroso y la recibe cerrando el abrazo. Las lágrimas de Midori le mojan su camiseta. Ashita los sigue mirando, ahora aliviada. Midori siente los brazos fríos de Yuri, pero no le resultan tan desagradables como ella se imaginaba. Entonces se da cuenta para qué creó su padre a los dos últimos robots y la respuesta es que los creó para que la protegieran, para que no estuviese sola (ya que era hija única y no tenía madre) y para que ella amase a los robots como él los amaba. Yuri está tan triste y tan decepcionado que le dice a Midori:
-Por favor, apágame- y Midori lo mira y le contesta:
- ¿Ahora que no odio a los robots lo dices?- y Yuri se pregunta que tenía su abrazo para hacerla cambiar de opinión de un minuto a otro.







martes, 5 de junio de 2012

Décimo vuelo: Antes del descanso de la batalla y lo que hizo que comenzara otra nueva.

Allí donde la luz blanca en la mañana purifica las canciones que acompañan al juego de luz verde hacia luz marrón. Allí donde una gota corre hacia otra que es sólida y se choca contra ella, y intenta atravesarla, y la gota sólida no accede, sólo lucha contra la otra y va ganando porque la líquida no tiene más remedio que retroceder. Allí donde un roce significa un estrépito. Allí donde el tiempo se convierte en instantánea eternidad intensa. ¿Dónde? ¿Dónde quedó ese lugar?

Un día fui y no había juegos, ni luces, ni canciones. Hubo sólo el estrépito de un roce a causa de la gota sólida y fue cono el punto del final, como el estallido del Big Bang.Ganó, una gota ganó.

Volvió a brillar la luz blanca, llegué a la puerta del lugar de la lucha, la abrí y...