lunes, 7 de octubre de 2013

Nueva mitología

Volaba junto al aire siendo un ángel por fin en paz, hasta que ocurrió lo que un ángel nunca pudo imaginar. La bola de cristal cayó, el cielo se derrumbó. Todo acabó en el  suelo de las calles empapadas y las alas se rompieron. Plumas azules desperdigadas, ahogándose junto a las hojas secas de la ciudad. Se preguntaba si alguien sabría encontrarlas.

 Volar y tener alas conlleva mucho sacrificio. El sacrificio regala lo más dulce, pero duele y sana al mismo tiempo en lo más hondo de tus huesos, allí donde sólo algunos pueden mirar el paisaje que se extiende. El sacrificio es un mundo de esperas, secretos, lágrimas y también protección; pero ante todo es invisible. Todas esas heridas de los colapsos al volar se curan porque descubren las alas de ella, tan azules, pero empapadas y rotas. Llueve,

La cúpula celestial se perdió y nació el mar de las lágrimas de los ángeles. Sin embargo, ella no podía escuchar el ritmo de las olas. Quería escuchar el estrépito estallar como antes lo hacían las tormentas, mas sólo sentía el temblor de la arena.

El anterior cielo estaba tan muerto... No se podía volar con tantos escombros. Había que construir otro cielo aún más puro y entonces no temer caerse otra vez de un árbol. Volar. Los ángeles también tienen miedo. La palabra ángel significa mensajero. Todos los mensajeros son ángeles. Juntos construiremos el cielo de nuevo.

Vuelve ya la mañana con tímidos rayos de sol que atraviesan las nubes iracundas. Ella anda despacio en éste mundo anquilosado hacia horizontes que tintinean de juventud primaveral.