miércoles, 30 de enero de 2013

Vigésimo primer vuelo: Ciclo del agua




Poco a poco se derrama.
Se derrama la tinta azul de las lágrimas,
se derrama la arena que del tiempo se cansa, 
se derrama el tiempo y se convierte en nada
y la nada me derrama a mí.

De golpe se resbala y precipita.
Se resbala una gracia y precipita una sonrisa,
precipitan los recuerdos que agarran al tiempo,
se resbalan los dedos que la arena acarician,
precipitan los latidos y se resbala el alma,
se derrama en otra y atraviesa la nada.

Entonces tranquilamente fluye.
Fluye la vida preguntando el secreto,
fluye la caricia a través de los dedos,
fluye el éter y crea un ser nuevo,
y el pequeño ser hace que todo prosiga,
que prosiga el tiempo.

Después con agilidad asciende y permanece.
Asciende el color y permanece escarlata,
permanece el sabor que acuna los latidos,
asciende el saber y permanece en su casa,
fluye con Eros contra la nada,
mi felicidad y mi miedo que la sangre derraman.

Se derrama la tinta roja de las lágrimas,
se resbala por el precipicio y precipita,
fluye en la mesa hasta la azul tinta,
asciende el violeta y en el tintero permanece.

Poco a poco se derrama
la tinta violeta de las palabras. 

martes, 22 de enero de 2013

Vigésimo vuelo: Música, ventana, camino. Un instante.

Wendy se despide del sombrerero con unos ojos parlantes, mas otro día tras el añoro podrá enloquecer de nuevo bebiendo de la soledad del compañero. El aire habla por ella, la intuición ha hecho que retorne la mirada, o más bien... la música. Y ahí estaba observando discreto, pícaro, porque todo está en la ventana. Es momento de reanudar la búsqueda alzando el vuelo de más aventuras en frases, letras, palabras...

lunes, 7 de enero de 2013

Decimonoveno vuelo: Amor de papel, parte 5.

Se despertó desorientada. Estaba en un sillón amarillo. Reconoció la habitación de su hermana mayor. Los tímidos rayos de sol entraban por la ventana. Los pájaros emitían un canto tranquilo. Fue como renacer y ni siquiera había muerto de verdad.

El libro de papiroflexia estaba sobre la cama de su hermana. Acarició la cubierta. Podía sentir, estaba viva. Pero no recordaba cómo había llegado a dormirse en el sillón, ni tampoco recordaba haber llevado el libro hasta allí. No sabía el día que era ¿Desde cuando todo había sido un sueño? ¿Él de verdad existía? Se había perdido en el tiempo,

De repente se acordó de su hermana ¿Y su hermanita? ¿Estaba viva? Corrió a la habitación de la niña y la vio haciendo la cama. Entonces se paró en seco y la observó minuciosamente. El tiempo se detuvo. Se dio cuenta de cuanto quería a su hermana.

-Dormilona, buenos días- Y ella lloró, se acercó a su hermana y la abrazó. Pasó sus manos por su carita suave y su cuerpecito pequeño y cálido.
-¿Qué te pasa?
-Nada, una tremenda pesadilla- La niña se encontraba sorprendida ante la repentina reacción de ella. Era duro ver llorar desesperadamente a su hermana mayor sin saber el motivo. No sabía que estaba llorando de alegría. Entonces vio que todas las pajaritas estaban allí intactas. Todas excepto una, cuyo lugar había sido ocupado por un lirio rojo. Aún así seguía perdida.

-Hermanita, papá y mamá te están esperando para...- Ella al acordarse de sus padres salió corriendo bajando a tropezones las escaleras. Dejó a su hermana con las palabras en la boca.

-...el desayuno- Completó la frase sin nadie que la escuchara ¿Qué bicho le había picado a ella?

En la planta de abajo ella abrazaba a sus dos padres, que estaban completamente felices comiendo tostadas un segundo antes. No se lo podía creer. Despertar había sido un regalo. Era como una segunda oportunidad. A veces las pesadillas no son del todo malas. Te das cuenta de lo feliz que eres y lo feliz que podrías ser. Te hacen ver la importancia de aprovechar cada segundo junto a las demás personas, Y te hacen volar tras tus sueños sin miedo. Supongo que para eso existe el sufrimiento, para que haya alegría. El dolor, para que haya placer. Lo malo, para que se transforme en bueno. Las pesadillas, para que la vida sea un dulce sueño.

Ahora ella iba a luchar por su vida, antes de que alguien pudiese desaparecer. Después de prepararse, ella corrió hacia el taller. Después de la tormenta, en los charcos se reflejaba el cielo y sus nubes esponjosas. Los restos de lluvia punteaban los árboles y las flores del campo. Llovió, tras la lluvia todo era puro. Sus zapatos hacían salpicar el agua que quedaba en la calle. Sólo quería correr y llegar.

Desde que le conoció algo le decía en sus presentimientos que él iba a evaporarse de un momento a otro, pero nunca había imaginado que él podría tratarse de una imagen en sus sueños. Una simple imagen que su mente había creado. Con cada paso se acercaba más al taller. Más a las respuestas. Sus calcetines estaban empapados, pero ella corría y corría. Su pelo era una estela que la acompañaba y se estaba enredando con el viento dándole un aspecto algo salvaje, pero aún así seguía corriendo bajo el sol.

 Como las palomas mensajeras, su objetivo era entregarle algo a él, después de eso ya podría respirar tranquila.

Entonces llegó. Ese día nadie trabajaba. La jefa estaba preparado los diseños en el taller.

-¿Que quieres? ¿Vienes a traerme otro diseño?- No estaba despedida, al parecer.
-¡No! Su hijo ¿Dónde está?
-En su cuarto ¿Qué te pasa?
-¿Puedo entrar? Por favor. Tengo que... hablar con él- La jefa sonrió. No gritó, ni la despidió. Sonrió.
-¡Pues claro! Vamos, entra- Él existía ¡Existía! Subía, otra vez a tropezones, por la escalera. Desearía volar para llegar antes. Llevaba todo el día corriendo y tropezándose por ir demasiado rápido. El corazón sonaba, ella temblaba. Estaba al mismo tiempo ansiosa y asustada. El cuarto se encontraba sobre el taller. Era, sin duda, el que estaba mirando. Llamó a la puerta. Él abrió y le hizo una seña para que pasara. La sangre subía a las mejillas. Su cabeza se volvía loca. El corazón aumentaba el ritmo y la intensidad. Rebuscaba en su bolso con las manos temblorosas, pero su torpeza le impedía encontrar lo que estaba buscando. Al fin dio con la figura de papel.

-Toma- Lo miró de reojo y deslizó una pluma de papel entre sus dedos. La pluma estaba llena de letras garabateadas. Pero él no la deshizo para ver su contenido, sino que la dejó sobre la mesa y buscó algo en su cuarto. Cuando lo encontró cogió la mano de ella y la cerró sobre el contenido. Ella notaba una especie de bolitas, algunas más achatadas que otras. Al abrir su mano se encontró con semillas.

-Se han marchitado ¿Verdad? El lirio y las rosas.
-Ah, sí.
-Éstas son las que en vez de marchitarse florecen y cuando caen con el frío de otoño, renacen de nuevo- Amplias sonrisas crecieron. Las semillas también. Era cierto que ver una flor que se va a marchitar es triste, es como si los momentos muriesen con ellas, pero en realidad no es así, porque siguen vivos en los recuerdos. En cambio, las flores que crecen cumplen su objetivo. Cada día se hacen más perfectas, al igual que la conexión entre las personas.

Así fue como las pequeñas semillas hicieron de la tierra un jardín lleno de colores. Los árboles y las flores que él regalaba a ella se hacían hermosos con el tiempo. Las estaciones pasaban como una caja de música que siempre vuelve al principio de la melodía. Los animales llegaban y acompañaban a las flores, luego se marchaban en el cambio. Los olores se mezclaban con cada nueva planta, haciendo una combinación cada vez más embriagadora, al ser la mezcla de la mezcla de la anterior mezcla. Los árboles daban deliciosos frutos que ellos compartían, apreciando el sabor de cada cosecha. Lo más delicioso eran las manzanas. Los sentidos se iban despertando y apreciaban cada linea de cada ser.

El campo de las flores de papel no crecía en una colina, pero sí en el cuarto de las personas queridas. A la hermana mayor le gustaban las estrellas de papel y los fuegos artificiales, pues prefería lo más complejo. La hermana mediana dejó de pensar que doblar papeles era para niños, porque una mariposa salió de su crisálida y la cautivó. La hermana pequeña seguía poblando su cuarto de animales. A papá le gustaban los aviones con mensajes secretos. Mamá se asombraba con las figuras dinámicas. A ella le gustaba todo, especialmente las aves y las flores.

Y un día (no sé si después de unos años o unos segundos) cuando él se sintió preparado, deshizo la pluma, la leyó y la rehízo ¿Quién sabe qué pensaría? ¿Cómo reaccionaría? ¿Qué sentiría?