En el Japón
del 2015 vivía Yamamoto Midori. Midori significa verde. Ella hacía honor a su
nombre de pila porque se parecía al color verde. Era natural, tranquila,
bondadosa y una chica normal y corriente. Tenía un largo cabello negro y liso
con flequillo recto, los ojos negros de asiática, la piel blanca amarillenta y
era como cualquier chica corriente.
Sin embargo, su padre era lo que le quitaba la
normalidad completa de su vida. Su padre era un hombre tan verde y amable como
ella, pero era una mente prodigiosa. Poseía ese complicado don. Entonces ¿Quién era el padre de Midori? Pues bien, él
era Yamamoto Yuki y también hacía honor a su nombre porque era amable, pero
frío como la nieve (Yuki). Desafortunadamente, también era tan débil como la
nieve así que cuando llegó el verano de 2015 murió. Dejó a la pobre Midori (que
tenía dieciocho años) sola.
Yuki era un
hombre de pelo castaño, ojos negros y piel blanca amarillenta. Tenía gafas,
algo por lo que se veía inteligente. Su inteligencia no se dedicaba a realizar
experimentos químicos con probetas, líquidos, sales y demás. Ni tampoco se
dedicaba a curar personas. No era filósofo, ni escritor, ni matemático. Él se
había dedicado… a la robótica. De hecho, había sacado en ventas muchísimos
robots en forma de animales, de plantas, de seres mitológicos o simplemente sin
una forma definida. Todos esos robots habían hecho felices a mucha gente y
ellos mismos eran felices a su forma de robots. Eso si te imaginas que tienen
sentimientos, cada cual crea lo que quiera.
Entonces era
eso lo que heredaba Midori: El taller subterráneo de la casa con todo lo
referente a los robots y los robots. No, Midori no se quedaba del todo sola.
Cuando llegó
a casa, después de haber pasado meses en Hokkaido y haberse hartado de campo,
lo primero que hizo fue abrir el taller de su padre.
-Hola, Hanna.
-¡Guau!-
Hanna (que significa flor) era su perra robótica con pelo, nariz húmeda, ojitos
negros…, en fin, exactamente igual que cualquier perrita corriente. La únicas
diferencias eran que tenía cables por dentro y exigía muchos menos cuidados.
Midori le había cogido mucho cariño a pesar de que fuese un robot y
probablemente no tuviese sentimientos.
Después de
saludar a su perra, Midori repasó todo lo que había que mostrar a la empresa
para sacar en venta, todos los libros y herramientas que se iban a quedar allí
y también los robots que estaban apagados (ella no sabía si estaban terminados
o no).
Dos de esos
robots asustaron a Midori tanto que casi se cae. Los dos estaban sentados en
una silla con los ojos cerrados y tenían exactamente el mismo aspecto que dos
humanos con su piel, su pelo, uñas, labios, todo… Seguramente eran como Hanna,
sólo se diferenciarían en los cables de un humano normal (con cables quiere
decir todo el mecanismo robótico, por supuesto). Eran una niña rubia de pelo de
media melena que aparentaba unos nueve años y un muchacho moreno. Ambos tenían
enchufado un cargador en la nuca y eso quería decir que estaban acabados.
-¿Qué hago?-
dijo Midori.
¡Eran prácticamente como los robots de su
serie favorita! En ella un muchacho se enamoraba de su chica robot. Midori
tenía miedo de aquellos robots y si los sacaba en venta seguro que crearían ese
tipo de problemas. Podrían reclutar robots, podrían hacer cualquier trabajo y
sobretodo, la gente podría sentir cariño por algo sin sentimientos. Sentir
cariño por un perro sin sentimientos tampoco era tan grave, pero sentir cariño
por humanos sin sentimientos era otra cosa. Además los robots no crecían, ni
podían tener hijos. Serían otro problema para la problemática sociedad.
-Lo siento,
chicos, pero os vais a tener que quedar aquí- les quitó el cargador- Lo siento,
de verdad, pero no puedo encenderos.
En realidad
ya habían sacado robots en forma de humanos a la luz, pero eran imperfectos y
los que estaban en el poder de Midori eran perfectos (leyó el manual y así lo
supo). Entonces ella los dejó allí en apagados en el taller y se fue.
A pesar de
tener a Hanna, ella se sentía muy sola. En Osaka (donde vivía ahora) sólo tenía
a los robots que estaban activados en su casa y a Tsubasa, su mejor amiga. Tsubasa
significa ala, a Midori le encantaba el nombre de su amiga. Tsubasa parecía
mucho mayor de lo que era. Tiraba literalmente y metafóricamente del brazo de
Midori. El ala de Midori.
El dichoso
día fue un mes después de su mudanza a Osaka. En ese día acababa de dejar a
Tsubasa en el parque y llegaba a casa. Se quitó el chaquetón, la bufanda, el
bolso…
-¡Bienvenida
a casa!- dijo alguien con voz aguda.
-¡¡Ahh!!
¡¿Qué haces tú aquí?!- era la robot rubia.
-Dar la
bienvenida, obviamente.
-¡No!
¡Deberías de estar apagada y ahí abajo!
-No quería
dormir más.
-¿A eso le
llamas dormir?- el robot suspiró.
-Apagarse,
dormir… son lo mismo.
-Bueno ¿Quién
te ha encendido
-Nadie, sólo
quería despertarme y me he despertado.
-¡Eres un
robot! ¡En el manual no ponía nada de eso!
-Si tenemos
un fallo no es mi culpa
-¿Tenemos? No
me digas que tu amigo…
-No, él está
dormido.
-¡Apagado!
-¡Es lo
mismo!
-¡No es lo
mismo! ¡Abajo ya!
-Pero no
quiero… Apagarme.
-Sólo te voy
a mirar los cables!
-Ah, vale.
Pero cuando
Midori examinó su mecanismo (su padre le había enseñado mucho de robótica)
estaba todo perfecto.
-Midori, yo
quiero vivir.
-Pues la
llevas clara. Eres una niña y no creces.
-Midori, y
quiero crecer, desayunar, aprender…
-No te
preocupes, haremos lo que podamos ¿Vale?
-¡Bien!-
sonrió ¿Qué podía hacer Midori? Tenía suficiente corazón y no era capaz de
apagarla.
-Tú comes
¿Verdad?
-Sí, ¿Vamos a
comer?- acto seguido corrió a la cocina, preparó la comida en dos minutos y
comió a la mesa con Midori mostrando una sonrisa porque acababa de hacer algo
que hacían los humanos.
-Te tendremos
que poner un nombre, no creo que N498 sea muy adecuado.
-¿Un nombre
de humanos?
-Claro ¿Cómo
te quieres llamar?
-¡Midori o
Yuki!
-No, de
ninguna manera ¿Qué tal Ashita?
-¿Ashita?-
ladeó su cabeza en señal de duda.
-Significa
mañana, cuando te despiertas.
-¡Vale!-
además Ashita era muy enérgica y alegre como la mañana.
A partir de
ese momento, fue como si de repente tuviese una hermanita pequeña. Juntas
paseaban, comían, se bañaban, reían…. No podían dormir juntas porque Ashita no
dormía, sólo se cargaba al lado del enchufe como si fuera un teléfono móvil.
Además se diferenciaba en más cosas de los humanos: Tenía calculadora,
grabadora, agenda, despertador, navegación a Internet y todo tipo de
programaciones informáticas que Midori raramente utilizaba porque le daba
grima.
Midori creía
vivir una falsa vida queriendo a alguien sin sentimientos. Al menos, no se
sentía sola y aquello sólo le afectaba a ella. Era un asunto un poco más grave
que la perra, nada más.
Un día Ashita
preguntó:
-¿No vas a
encender al pobre N499?
-No, contigo
tengo suficiente.
-Pero el
querrá vivir igual que yo y no se puede despertar.
-Si no se
despierta es porque no quiere ¡Es un robot! Los robots no viven, ninguno
excepto tú, Ashita.
-¡Seguro que
N499 es muy buen chico!, o robot.
-¡Bajo
ninguna circunstancia lo voy a encender! ¡Me niego!
-Nos ayudará
en la casa ¿Si fuera yo no me encenderías?
-¡Se supone
que no debes sentir lástima! Sois robots y yo soy quien decide. Ashita, el
puede no ser como tú y no sentir lástima. Si se descontrola nos podría hacer
daño porque es un robot igual de grande que yo, no un niño como tú.
Ashita veía
que ella solo era un mecanismo para Midori, como la lavadora. Midori se
divertía mucho con Ashita, pero
procuraba mantenerse fría en cuanto a los robots.
La pobre
robot cada vez se veía menos correspondida y estaba triste. No hacía sus tareas
de la casa bien, se quedaba sin energía al poco tiempo, actuaba con lentitud y
torpeza…
-Ashita
¿Estás estropeada? ¿Qué te pasa- Fue como si Midori la hubiese insultado al
decirle que si estaba estropeada y lloró ¡Ashita lloró! Una mañana que llueve.
-¡No estoy
estropeada!
-Vaya, en tus
instrucciones no ponía nada de que tienes un mecanismo para llorar- Era tan
insensible. Eso era lo que se le ocurría, ni siquiera se sorprendía de verla
llorar o la consolaba. Quizá un frigorífico tenía más sentimientos que Midori.
Eso era lo que en ese momento pensaba Ashita.
-¡No tengo
ningún mecanismo de esos! Midori ¿Cómo puedes ser así? No soy una simple
máquina de engranajes como la lavadora, soy Ashita. No necesito instrucciones
ni mecanismos para llorar porque tengo sentimientos. Tú no me quieres porque
crees que no siento, pero yo te quiero, Midori.
Midori la
abrazó, ahora sí, sintiendo lástima.
-Está bien,
serás una excepción. No se cómo es que tienes alma, pero haré una excepción
contigo y te trataré como una humana ¡Solo una excepción!- le sostuvo el
rostro- Vamos, no llores más.
Sin embargo,
Ashita no iba a ser el único robot que iba a abrazar a Midori y que la iba a
querer a pesar de su frialdad en cuanto a los robots.
Otro día,
ella abrió la puerta del taller se su padre para coger un destornillador y los
minirobots se abalanzaron sobre sus pies abrazándola.
-¡¿Qué?!
¡¿Qué es esto?!
-Midori ¿Qué
te pasa?- entró en el taller Ashita y luego empezó a reír a carcajadas con su
risa aguda. De repente, todos los robots adoraban a Midori. Después de los
minirobots vinieron todos los demás despacito para no aplastar ni a los
minirobots ni a Midori y la abrazaron también. Ashita más se reía y Midori más
se sorprendía, seguía con la boca en
forma de o y tenía los brazos abiertos. Estaba asustada de esa tan inesperada
escena.
-Es normal
que te quieran puesto que eres su hermanita.
-¿Su
hermanita?
-¡Claro! Tu
padre los creó, es decir, nuestro padre.
-Ya, muy
conmovedor ¡Basta, fuera! ¡No me puedo mover!- los robots no le hacían caso-
¡Voy a perder el equi…!- Y se cayó al suelo.
-¡Ahora es mi
oportunidad!- dijo Ashita- ¡Solo falta un robot por abrazarte, Midori!- corrió
traviesa hacia N499.
-¡Quieta!
¡¡No lo hagas!! ¡Ashita! ¡¡NO!!- corrió tras Ashita intentando pararla, pero
iba dando tumbos tropezándose con todo. Agarró la mano izquierda de Ashita, en
cambio ella lo encendió con su derecha.
-¡Oh, no!-
Midori se derrumbó de rodillas en el suelo ante el chico robot. N499 abrió los
ojos, se le encendieron de su color negro, parpadeó, despertó.